miércoles, 6 de mayo de 2009

Uno, dos, tres.

Empezar de nuevo, pero sigue igual.

El alma esta difusa esta vez sigue en los ojos de la anterior, rica en versos y ausente en palabras.
Alegorías de demonios que se estremecen sin cesar encerrados en un incontinente palabrerio del cual nada se puede esperar.

Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Uno, dos. tres.
En algún lugar que suelte el final se vuelve al comienzo.

Uno, dos, no quiero llegar. Si alguien dijo que el fin es el comienzo pues no quiero empezar de nuevo. Todavía mis flores no serenaron y me punza la piel.
Ese nombre te corresponde piel, por ser uno, por tener dos, y... no quiero decir lo otro se escapa, desearía volverlo infinito para que la cuenta no llegue al final.

Piel con heridas abiertas de destrucción, arrastrada tras el deseo de cobijo en un colchón.
Piel tersa, suave, que escondes bajo telas sedosas de la soledad que aun vigila con ojos ardientes.
Piel de diamante y de belleza fatal, que no quiere mirar.

Se sienten los murmullos dentro de la piel, esa sensación desatada como una manada salvaje que grita un nombre sin dejarlo escapar. De tanto gritar exhala su alma en sueños corteses para la serenidad.


Empieza sonando termina gritando:
¡uno, dos, tres!

1 comentario:

La oveja mecánica dijo...

La piel que nos fragmenta.
éramos uno, inicialmente.
Me gustaron muchas partes de lo que escribiste, identificada capaz...

En el banquete del Platón uno de los locos explicó el origen de los hombres y mujeres de una forma muy poética...