lunes, 29 de junio de 2009

Siberia


Socavo los recuerdos más oscuros y los tiño con tinta roja
Detengo el impulso de las plegarias
Lloro por la nariz y la boca,
Por los brazos y las manos,
Lloro ríos y mares.
Los ojos siguen blancos.

Lloriqueó tu figura y mi disipación
Sollozo un nombre y una canción
Lloro primaveras veranos otoños.
Invierno otra vez.

El latido se apresura,
Dos sombras chillan al lado de mi lecho.
Debajo de las sabanas me buscan demonios,
Invierno en la espuma del café .

viernes, 19 de junio de 2009

Tiempo compartido

Tiempo partido, con vos, con mis sueños, las medias sucias tiradas hace una semana en el rincón.
Siete años preso, nada mal para no acordarse, solo que su vida no estaba ordenada esquizofrénicamente por color como su placard.
Vida con-par-Tida. Sueños con partidos que corren a un lado y a otro lado de la cancha intentando llegar al arco. Las medias siguen en el mismo lugar. El coche fúnebre de mi querido Oliverio pasa de lado a lado del monoambiente, lo sigo con la cabeza olvidando mis trastornos cervicales que tanto me aquejan y me enredan en telarañas de esos bichos que pican fuerte.



Con otro vos te miro, a través de la hendija de la puerta por si alguien te dejo suelto en el pasillo,
al dorso y al revés de la existencia.
Otros te buscan parte de mí, en mi risa contagiosa de la mañana, en las miradas abatidas de amaneceres,
Con otros vas y venís, subís y bajas, entras y salís.
Con otro-vos sueño un tiempo compartido
Con-migo voy y vengo en otro que sos vos,
Con otros de mí y de vos hago telarañas en las esquinitas.
Otros hundiéndose en tiempos partidos y medias tristes entre telarañas.

Oro de otros, mientras vos miras desde el balcon del tiempo compartido .

viernes, 12 de junio de 2009

Desearía cruzar la calle


La noche era más fácil, por la excepción que siempre el mismo semáforo paraba en rojo.
Gente a un lado y al otro lado de la calle, la imagen nocturna esta en cámara lenta para varios, no es fácil cruzar esa arteria donde se juntan las avenidas y los callejones. Nunca se imagino que cruzar la calle fuera más complicado que atravesar montañas.
Desearía decir adiós y poder poner un pie en la calle pero el cemento quema las plantas de los pies, y el paso sucesivo y eterno del rojo al verde y al amarrillo es hipnotizante.No se si es que dura dos minutos o tal vez dos horas, el rojo es el más eterno el menos esperado, el amarillo para los que les gusta arriesgarse y el verde es simplemente verde.
Los autos que se alejan se salen del foco, esos lentes mojados no pueden enfocar a más de dos metros de distancia; desearía, desearía tanto distinguir el eterno deseo del semáforo que impide la aventura de las luces y de los trashumantes de llegar al otro lado.
Tanto desearía que lo desees, que lo deseo sin decir adiós.

martes, 2 de junio de 2009

De nuevo, la vi.

Como hace un tiempo, hoy volví a pensar todo de nuevo: ese reloj digital, la ventana de mi balcón, los viajes... y todo eso que nose si alguna vez quiero tener de nuevo.
No se si quiero el invierno como antes, o extraño tanto el dulce olor a los tilos.

El regreso de camino me congela las manos, me petrifica ante la necesidad de aprender a cruzar de una buena vez esta ciudad.
...La vi de nuevo, ahí estaba como todos lo días la Mendiga en el mismo lugar de siempre, vendiendo las flores que tanto contentan la gris estación; me pregunto si tendrá un jardín tan florido en su casa, si alguna vez había olvidado regarlas o cubrirlas del frío. (Con las heladas de estos días se debe hacer difícil cultivar una flor).
Fue así que el impulso del momento hizo que compre uno de sus capullos con mis últimos pesos de la semana.
Cuando me acerque me miró, me miro y pude ver a esa joven tras los ojos tristes, las marcas que le había dejado alguna pesada avenida; me detuve en cada detalle de su iris casi negro y trasparente a la vez, mientas ella se tomaba el tiempo para preparar la flor. Pensé si ciertamente no se estaba despidiendo de ella, por la forma suave y delicada de tratarla.
De vuelto me dio un billete todo arrugado que apretaba con fuerzas en el puño de su mano, el billete que ya no tenía tanta importancia era casi irreconocible por la cantidad de cinta.
Al tomar mi vuelto me aleje con prisa por que la noche estaba por alcanzarme y tenía frío y sueño.
¡Tenía frío y sueño!, ¡que ironía! como si alguien en la ciudad de las revoluciones no tuviera frío y sueños...

Foto: Lula galuche